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Un día cualquiera (punto de vista)

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En mi esfuerzo de publicar en cada una de las categorías de la página y con la autorización del autor original: “Un día cualquiera” es un relato publicado el 30 mayo, 2022, por JORGEFAG, lo siguiente es un cortesía de colegas.

Un día normal como cualquier otro, había despachado a mi marido y bendiciones al trabajo y escuela respectivamente, realizaba cómodamente ataviada con un fresco vestido y sandalias, con calma y desahogo mis labores domésticas, esperando tener suerte de alcoba, al regreso de mi maridito completaba mi atuendo con un conjunto de bra de encaje y un delgado cachetero de seda ambos en color perla, y con marido exigente casi, casi, con trastorno obsesivo compulsivo (TOC), hablaba de verdadera suerte, tenía que ser muy metódica con mis responsabilidades hogareñas, para no irritarlo, no se diga con mi aseo y arreglo personal.

Cuando escuche algo de bullicio en la calle, al ver por la ventana vi una cuadrilla de trabajadores, hasta que por fin repararían la calle pensé para mis adentros, unos de los trabajadores toco a la puerta, podía verlo desde adentro, sucio y desalineado, lo ignore, simplemente por soberbia y seguí con mis quehaceres.

Al poco tiempo insistieron el llamado frente a la casa, al volver a revisar por la ventana, ya lo vi era un trabajador, pero este lucia algo diferente, mejor fajado y más formal, que los otros, con aire de seguridad y autoridad.

Me dio curiosidad, y salí, puede observar, un hombre maduro, alto y bien dado, bronceado, con botas y ropa de trabajo, su mirada serena rápidamente se transformó al verme perdiéndose en mi figura, causándome gracia, pero como señora de mi casa tenía que hacerme respetar.

Yo: ¿Qué desea? - lo más seria posibles

Trabajador Disculpe señorita – con algo de nerviosismo

Yo: ¡Señora! - en tono molesto

Trabajador Si, Si, Señora, perdone… - tengo pensé sonriendo para mis adentros

En una mi letanía casi de manera autómata, me explico los trabajos de repavimentación que realizaban, y un largo etcétera de detalles técnicos, finalizando con…

Trabajador: Y si piensa sacar su auto en las próximas horas es mejor que lo saque de una vez.

Yo: ¡No tengo vehículo, se lo llevo mi marido! - disfrutando del nerviosismo que causo mi presencia a este hombre tan seguro

Trabajador: No se preocupe Señora, para cuando él hay regresado el trabajo estará terminado y podrá transitar de manera normal. - aun su posición de autómata

Yo: Muchas gracias “Señor trabajador” y llámeme Norma- coquetamente, pensando que ya me había divertido lo suficiente con este hombre

Trabajador: Muchas gracias “Señora Ama de Casa Norma”, soy Jorge a sus órdenes. -más relajado y confiado

Entre de nuevo a mi casa, para continuar mis labores, al tiempo recordé la solicitud de mi exigente esposito para la cena de hoy y que no contaba con todos lo víveres para la preparación requerida.

Al ver por la ventana vi que la calle era impasable, pensé: que estúpida soy, ahora tendré que aguantar los reclamos del susodicho toda la noche, y ni modo de decirle que en lugar de a razonar que tenía que salir, me puse a incomodar al tal Jorge, ¡eso era!!!, ahí tenía mi solución.

Bien, pero no podía verme tan obvia, así que decidí retocar mi maquillaje un poco, una cepillada a mi cabello, y como cereza del pastel mis confiables tacones del 10, una última revisada en el espejo, tomé mi bolso y salí al frente de mi casa.

Estando al frente de mi casa, gire la cabeza de un lado a otro buscando al imperfecto, y ahí estaba, mirándome fijamente, la carnada funciono, ahora a cerrar la trampa.

Yo: “Señor Trabajador”, ¿puedo cruzar la calle?,- Desde la puerta de mi casa gritándole.

Jorge: ¡No lo vaya a hacer Señora!, sería una lástima echar a perder esos zapatos tan lindos. - mientras se acerba presuroso hasta mi.

Yo: ¿Le gustan mis zapatos “Señor Trabajador”? – hombres son tan predecibles

Jorge: No tanto como el efecto que generan en usted Señora Ama de casa. - había vuelto por sus fueros, ahora era el tipo seguro de mi primera impresión y no el bobalicón con el que trate, ahora no se si mi plan funcionaria.

Yo: Necesito cruzar la calle para ir de compras “Señor Trabajador”, ¿Qué puedo hacer? - recuperando la compostura

Jorge: Pues si no quiere echar a perder sus zapatos la única solución es dar la vuelta hasta el final de la calle – con autoridad, provocando mi desanimo - Pues si gusta puedo ayudarle a cruzar cargándola, para que no se estropeen sus zapatos.

Yo: ¡Huy no, qué pena! ¿Y si estoy muy pesada? - sorprendida de su arrojo

Me miro de los pies a la cabeza, provocándome un escalofrió con epicentro en mi entrepierna.

Jorge: No se preocupe Señora Norma, la voy a llevar con mucho cuidado

Yo: Bueno, pero con mucho cuidado Señor Jorge

Se acercó a mí y me ordeno con voz de mando:

Jorge: Tómeme por el cuello Señora, bien firme,

Con su brazo derecho me levanto por los muslos y con su brazo izquierdo hizo un respaldo, al cargarme como una pluma, podía oler su penetrante aroma a sudor masculino, que enchino mi piel, ahora la nerviosa era yo, sentía la fuerza de los músculos de sus brazos envolviendo mi cuerpo, por el ángulo de vista que él tenía esperaba que no notara la reacción de mis pezones, durante su acto de caballerosidad. Finalmente llegamos al otro lado de la calle, me bajo con delicadeza, al tocar mis pies la banqueta e incorporarme.

Yo: Gracias “Señor Trabajador” guapo – con una sonrisa muy picara y me aleje hacia la tienda

El viaje a la tienda fue sin contratiempos a excepción de la brisa que se colaba bajo la falda de mi vestido y refrescaba la humedad causada por la seguridad, el aroma y la fuerza de Jorge.

De regreso sabía que lo más prudente era rodear por la calle trasera a mi casa, pero las palpitaciones de mi entrepierna me condujeron nuevamente a la banqueta frente a mi casa.

Vi que la calle estaba casi terminada y a Jorge con el resto de trabajadores, pensé en cruzar la calle, pero mi diablilla de la retaguardia me aconsejo esperar espera pacientemente, a captar nuevamente la atención de Jorge.

Yo: Hola “Señor Trabajador”, necesito pasar a mi casa, ¿Me puede cargar de nuevo?

Jorge: Voy para allá Señora Norma, no se mueva.

Se acercó viéndome como gato frente a carnicería y al mismo tiempo veía mi bolsa de víveres, con autoridad me ordeno que ahora en lugar de tomar su cuello, tomara fuerte la bolsa de víveres.

Entonces vi sus manos callosas, repulsivamente sucias y negras, pero en vez de causarme asco, incito una chispa eléctrica desde el centro de mi vagina que recorrió todo mi cuerpo, sin entender yo misma el disfrute que me causo esa imagen, su voz me volvió a la realidad.

Jorge: No se preocupe Señora, no le ensuciare la ropa, esto está más que seco y la verdad voy a tardar mucho tiempo en poder limpiarlo- mientras colocaba sus manos sobre su bolsa de víveres para que comprobara que no transmitía la suciedad.

Yo: Muy bien- balbuce apenas, sin dejar de mirar sus mugrientas manos.

Volvía a envolverme entre sus fuertes brazos, a cada paso que daba sentía su fuerza, su aroma de macho, la sensación de esas asquerosas manos sobre, me humedecían desvariadamente, yo misma podía ya sentir el olor de mis interiores, por lo cual me ruborice, esperando que este hombre, este hombre trabajador, sudado y sucio no lo notara.

Nuevamente con movimientos delicados y haciendo gala de su masculinidad me deposito frente a mi casa.

Jorge: ¿Se encuentra bien Señora?

Yo: Si, claro, solamente tengo mucho calor, - más interno que externo- ¿gusta un vaso de limonada? –porque le dije eso?, por cortesía? Si fue cortesía…

Mientras tomaba la bolsa de víveres para que yo pudiera abrir la puerta de su casa.

Jorge: Claro que si Señora, con todo gusto, - acepto, ¿porque acepto? Pues ni modo…

Pasamos directo a su sala, le pedí que se sentara, mientras me dirigí a la cocina, pensaba con esas botas y ese ahora me va dejar sucia y apestosa la casa, ahora voy a tener, volver hacer el quehacer antes de que llegue el susodicho, como se me ocurre invitarle una limonada.

Pero también, pobre hombre tanto tiempo en el sol y tan caballeroso, justificándome por no pensar más con la cabeza que con la cuca, serví un par de vasos de limonada con mucho hielo y los puse en la mesa de centro, antes que me pudiera sentar me pidió usar el baño a lavarse las manos, ahora no solo tendré que limpiar la sala, también el baño, le señale la puerta y de inmediato entro y escuche el chorro del agua, al poco volvió con un trozo de papel en sus manos, sucias, negras y repulsivas, estimulando un placer mórbido en mis entrañas.

Finalmente vi como con avives disfrutaba de la refrescante limonada, platicaba de cosas triviales, que no captaban mi atención, mis ojos, mi mente y mi estimulos internos, solo podían concentrarse en sus sucias manos sobre mi cristalino vaso, sus botas mugrosas sobre mi relucientes piso, que acababa de trapear, y su oloroso cuerpo de macho sentado sobre la reluciente tapicería de mi sala, entonces me saco mis nebulosos pensamientos pecaminosos, preguntando por el susodicho, trayéndome a la realidad aún tenía que hacer la cena y tratar de limpiar el delicioso aroma de este hombre en mi casa antes del regreso de mi marido, a lo que respondí tratando de que no notara mi ansiedad que faltaban al menos 3 horas para su regreso.

Termine mi limonada para poder despacharlo de casa. Antes de que otra cosa sucediera.

Yo: Por cierto, debo comenzar a hacer de comer para tener listo todo cuando regrese mi marido.

Esperando que entendiera la indirecta y se retirara, me dirigí a la cocina, coloque el vaso en la tarja, vi la bolsa de víveres, vi que el “Señor Trabajador” seguía en mi casa, y no sé por qué razón decidí guardar las compras y saque la pequeña escalera de tres peldaños, la coloque frente a la alacena, al tratar de subir el primer escalón mis hermosos tacones, me recordaron que no son para escalar son para lucir, haciéndome perder el equilibrio.

Yo: Me puede ayudar a guardar la despensa “Señor trabajador” – con mi tono de voz más sensual

Tomo el último sorbo de su limonada y apresuradamente entro a la cocina.

Jorge: Dígame Señora Norma, ¿Qué puedo hacer?

Yo: Me detiene mientras guardo la alacena, porque no me siento segura con estos zapatos.

Se colocó cerca mientras tomaba en mis manos varios artículos y antes de subir el primer peldaño

Yo: sosténgame fuerte “Señor Trabajador”

Sentí un momento de titubeo, habría vuelto el bobalicón?, y entonces sus fuertes, sucias y negras manos se posaron en mi cintura, sube el primer escalón, el segundo con temor pues quizás a esa altura podía oler mi excitación, y finalmente llegue al tercero conocedora que ahora desde ese ángulo podía ver bajo la falda mi sedoso cachetero color perla, podía sentir como sus brazos se estiban en demasía para alcanzar mi cintura, me tome mi tiempo para colocar cada artículo dentro de la alacena, su negras y chorreadas manos lentamente descendieron a mis sobre sus caderas, disfrute la sensación de esas manos grandes envolviéndome, tan grandes eran de cubrían mis costados y su pulgares alcanzaban mis nalgas, disfrutando el toque de este hombre me demore más en acomodar los artículos, un rio emanaba de mis interiores en ese momento. Me movimiento hacia que el moviera sus pérfidas manos por mi cintura hacia mis nalgas, por los costados, por detrás, ya era manoseo que me estaba llevando al cenit del placer.

Entonces cediendo a las punzadas proveniente de mi vientre, pensé; Pues chinga su madre (frase auto motivadora que se dice antes de tomar una mala decisión), ya estaría de Dios.

Yo: Cuidado “Señor trabajador”, voy a girarme, porque no me ha atendido correctamente.

Mientras dando pequeños pasitos empezaba a girar sobre mi eje, evitando partirme la madre, hasta quedar de frente a mí, volteé hacia abajo, pude ver su cara llena de lujuria y deseo.

Yo: No me has atendido por el frente “Señor Trabajador” -con mi sonrisa más picara.

Sus negras y sucias manos, firme pero suave, empezaron a acariciar mis tersas piernas, desde las pantorrillas, lentamente sus callosas manos ponían mi piel chinita, hasta llegar a mis nalgas, introduciendo sus gruesos, rasposos y ¡sucios!!!!, dedos por dentro de mis calzones, sus enormes manos sobaban toda la piel de mis nalguitas con destreza y aplomo.

Al mismo tiempo, sentí el aliento de su boca sobre mis muslos e inmediatamente la humedad de su boca salpicaba mi piel, sobre hidratando mis interiores, sin dejar de sostenerme por la cola su boca subió hasta el origen de mi calor interno, a esa distancia este macho definitivamente podía oler mi estado de hembra en celo.

Sus manos se deslizaron de atrás hacia delante, con habilidad sus ¡asquerosos!!! Dedos retiraron la fina y húmeda tela que cubría mi manantial, su lengua saboreo mis labios inferiores, generándome una sacudida.

Me tomo por la cola, me jalo sobre él como una muñeca de trapo, con la fuerza de hombre que trabaja con sus manos, ¡y que manos!!!

En un parpadeo estábamos en la sala, me acomodo con suavidad sobre el sillón, el sillón donde pasaba las noches viendo la televisión con mi marido, me recostó de modo que mis nalgas quedaron al borde, sus rugosas y obscenas manos manoseaban mis nalgas, su lengua recorría con maestría mi humeante vulva, lamia mis labios, mordisqueaba ligeramente su clítoris, llevándome poco a poco a la cima del placer en medio de mi sala, la sala donde recibía a mis suegros cada fin de semana, pero en este momento solo era el lugar donde encontraba mi hinchado y duro clítoris era devorado, por este sudoroso macho.

Me arqueaba de goce, sus grandes y sucias manos, recorrieron mi cuerpo desde mi cola sobre mi lindo y limpio vestido, hasta poseer mis senos.

Desabrocho los botones de mi nítido vestido, con sus puercos dedos, para liberarlos de su primera barrera, el bra de encaje no podía contener mis duros pezones eran cómplices de las negras intenciones de este trabajador, deseaban escapar de su prisión de tela para encontrarse agradecidos con sus oscuros y escabrosos libertadores.

Sus manos envolvieron mis tetas, sus palmas sobre mis pezones agradecidos por el toque que tanto anhelaban, reaccionaban orgullosamente erguidos a los pellizcos y apriete suave sobre cada uno de ellos, ver esas manos sobre mí, indujeron que el placer me invadía y me enroscaba del goce.

Yo: Si papito, acaríciame con tus manos sucias, tócame toda con esas manos negras que tienes.

Siguió frotando mis bubis, mientras su lengua seguía recorriendo mi abiertos y ansiosos labios vaginales hasta envolverse alrededor de mi clítoris, y de vuelta tratando de penetrar mi receptiva vulva.

Entonces de un solo movimiento de sus impúdicas manos me saco mi hermoso y limpio vestido, por encima de mi cabeza, tirándolo al piso lejos del sillón, al bajar sus negras manos me quito mis mojados calzones.

Iba suceder, me iba a penetrar un macho socio y sudoroso, en medio de mi limpia y pulcra sala, y lo quería, deseaba y estaba lista, cuando el timbre del teléfono nos sacó de trance, apurada localice el teléfono, ¡no dios!!, ¡No ahora!!!, ¿porque ahora?; estire la mano para alcanzarlo, para contestar, pero yo ya estaba lista de deseosa y no quería esperar más, le lance una mirada, mordiendo mi labio inferior, con la esperanza que comprendiera mi intención

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Mi Marido: Hola

Yo: Hola querido, ¿Qué tal tu día?,

Mi marido: Ya sabes normal con el trabajo, ¿el tuyo? ¿Y cómo vas con mi antojo de cena?

Yo: sabes, por acá fatal, fíjate que afuera en la calle están unos trabajadores reponiendo el pavimento y tuve que salir y tiene un cochinero, no sé si me manche el vestido o los zapatos cuando salí a comprar los víveres para la comida amorcito.

Mientras conversaba con mi marido, sentí como su grueso y rasposo dedo, entraba a mi vagina, luego dos, este si era un macho y no pendejadas, empezó juguetear con mi Punto G, que, para esas instancias, ya estaba sensiblemente hinchado y sensible, lo presionaba entre sus impúdicos dedos, ocasionando que la conversación telefónica con mi marido fuera lo más pausada posible, no quería delatar mi placer, cada vez que mallugaba con sus manchados dedos el interior de mi vagina, no podía evitar gesticular de placer.

Tratando de mantener la mayor serenidad, tomaba aire y continuaba con la conversación:

Yo: Si corazón, te estoy preparando un platillo que te va a encantar, voy a hacerte un gran trozo de carne muy jugosa, casi casi en caldo, veras que te va a gustar.

La conversación seguía, y este macho también, diligentemente paso su lengua por mi fuente de amor, generando chispazos de goce a mi cuquita, me acariciaba el clítoris, de una manera paciente, haciendo círculos con su lengua a su alrededor, recorría mis labios vaginales, el descarado intentaba “triple” penetrarme con sus dedos y lengua al mismo tiempo.

Mi vagina era un manantial de fluidos, resbalaba de mis adentros por mis nalgas hasta la tela del sillón y sobre el piso, ahora, ¿cómo le voy explicar a mi marido la mancha en la tapicería?, con mi mano libre apretaba uno de los cojines del sillón, para canalizar mi placer y no delatar el éxtasis que experimentaba en esos momentos.

MI marido: Oye, espero que los asquerosos esos no dejen mucho mugrerío en nuestra banqueta, checa bien, y si es necesario les exiges que dejen limpio. - con su acostumbrado desprecio a la suciedad.

Yo: Si amorcito, veras que más tarde saldré a poner en su lugar a esos trabajadores, tu sabes lo mal que me pone la gente sucia, bueno corazón, te espero por la tarde, besos.

Ya para entonces mi vagina estaba sobre revolucionada, apenas colgué comenzó a mover sus mugrientos dedos con mayor velocidad dentro de mi coñito, destrabando mi grito ahogado, mis pequeños orgasmos segregaban más y más fluido.

Este macho tenía mi libido literalmente en sus manos, me penetraba con sus ásperos dedos con mayor velocidad y con mayor fuerza, además sus labios envolvieron mi clítoris, moviendo su lengua cada vez más rápido alrededor de él.

Mis manos tomaron su cabellera con desesperación, cerraba los ojos entregada al placer que me daba este sucio y apestoso trabajador en mi pulcra sala, arqueando mi espalda, gritaba de placer, disfrutando la llegada de un nuevo orgasmo, y otro y otro, una ola de placer fluida de dentro a fuera a través de mi vagina.

Yo: ¡Así papito!, ¡Así!, hazme venir más, por favor, méteme tus dedos marranos en mi panocha.

En desahogo me llevo a la relajación total, disfrutando aun de mis humedades, recuperando mi ritmo cardiaco, este hombre, este trabajador, el macho frente a mí, se levantó y comenzó de desprenderse de su ropa, saco su playera, mostrando un torso bronceado, maduro, pero con músculos aun templados, después trato de desatar las agujetas de sus asquerosos, puercas y repugnantes botas, mi vagina dio espasmo dando señales de vida nuevamente.

Yo: Déjate esas botas sucias “Señor Trabajador”, quiero que las tengas puestas mientras me coges toda.

Complaciendo los deseos de su hembra, el macho se las ingenió para salir de sus pantalones sin quitarse las botas, es asombroso lo que se puede hacer con la motivación adecuada.

Termino por despojarse de sus bóxer, y su verga surgió erguida y orgullosa, emanando ese aroma singular de macho en celo punzando en mi narices, sin terminar de contemplarla por completo, me tomo de cada uno de mis pulcros tobillos con sus ennegrecidas manotas, los llevo en algo abriendo mis piernas, hizo un suave movimiento con su cadera, mientras examinaba toda la escena expectante y ansiosa, la punta de su olorosa y dura verga estaba en alineada a mi tersa y mojada cuquita, la encajó en un solo y firme movimiento, abriéndose camino con facilidad por mi lubricada lujuria, no así por el estrecho espacio de mi vagina, me estiro y abrió mi panocha, hasta que sus testículos se estrellaron contra mis nalgas.

Un grito reprimido salió de mis entrañas, un grito que retumbo por toda mi casa, y muy seguramente por toda la calle, el placer era intenso no quería que saliera quería tenerlo todo y siempre dentro de mí, tome con mis manos su cintura, para auto cogerme con ese hediondo y rígido trozo de carne.

El macho entendió perfectamente mi lubrica suplica de hembra en celo, y tomo el ritmo que requería mi cuerpo, yo solo disfrutaba gesticulando de estasis.

Como buen semental, complació a su fémina, con el ritmo, pero impuso sus condiciones, de momentos sus penetraciones eran más potentes que otras y de momentos todas tenían la misma potencia de un hombre vigoroso.

Después de una ligera pausa, comenzó a penetrarme con un ritmo delicado y suave, mimando mi cuquita con su vergota, aumentando gradualmente el ritmo y la potencia, el eco de los choques de nuestras carnes retumbaba por toda mi la casa.

Los gemidos salían de mi boca a diestra y siniestra al compás de sus embestidas a mi lubricada vagina, anunciando la llegada un nuevo y grandioso orgasmo, mis lamentos fueron incrementando su volumen, mantenidos por el compás marcado por las caderas del macho que me penetraba.

Entonces llego fluidamente con delicadeza desde mis entrañas mi orgasmo como una corriente de rio bañando su verga en el proceso, el flojo que encontraba liberación en cada embestida, podía escuchar el goteo sobre el piso, tendría que trapear de nuevo, entonces se detuvo, ¿porque se detiene?, lo necesito, continua apestoso, sigue cogiéndome.

Se retiró de mí, puso la hinchada cabeza de su nauseabunda verga entre mis labios vaginales, asemejaba un hotdog, pero yo lo necesitaba dentro no afuera, comenzó pasarlo rítmicamente a lo largo de mi vagina, provocando micro orgasmo espasmódicos dentro de mi panocha brotando un manantial de fluidos nuevamente, que cubrían por completo su apestosa y firma verga.

Se parao frente a mi

Jorge: - ¿Ya conoces el sabor de tu panochita Señora Ama de Casa?

Trataba de recuperarme del vaivén erótico, sabía lo que quería, moviendo la cabeza en negativa, pero sin darme tiempo me tomo por la nuca.

Jorge: Pues vaya probándola Señora, le aseguro que le va a encantar.

Llevo su olorosa y firme verga a mi cara, no podía liberarme me tenía firmemente por la nuca, sumisamente saqué la lengua y comencé a limpiar todo mi néctar vaginal impregnado en su polla, sabía que al final tendría que limpiar todo este desastre por algún lado tenía que empezar, en este caso su vergota, meticulosa fui limpiando trama a tramo. Prudentemente lamí y chupando todos los residuos emitidos por mi cuquita.

Baje a sus carnosos testículos, en sus pliegues había mucho de mis residuos voluptuosos, la combinación de su fétido olor y mis fluidos, resultaban sensualmente delicioso, era mi deber de ama de casa realizar la limpieza, y esta verga quedaría reluciente, sorbía con gusto sus rollizas esferas, mientras con mi mano sostenía sobre mi cabeza su verga, entonces puso su mano sobre mi cabeza y gire a verlo.

Jorge: ¿Te gusta el sabor de tu panocha perra?

Sumisamente afirme con la cabeza,

Yo: Si papacito, pero más me gusta comerte la verga.

Envolví su glande con la boca, lo paladeé y empecé a engullirme poco a poco su apestosa tranca de carne, hasta que sentí como sus gónadas chocaban con mi barbilla, disfrute por un instante el roce de su cabeza en mi campanilla, y tomé mi ritmo y compás arriba y abajo, apresando con mi boca su pestilente verga.

Pero este hombre no era mi marido o bobalicón cualquiera, era un macho alfa, puso su rasposa y negra mi mano sobre mi sedosa y alborotada cabellera para mostrarme la celeridad a la que debería suministrarle la chupada, sumisamente acepte mi lugar.

Mientras hacia mi mejor esfuerzo por darle placer chupando su dura verga, sus sucias manos fueron por mis senos apenas cubiertos por mi bra, deslizo la tela debajo de mis tetas librándolas, dejando mi bra como una simple banda de tela bajo mis bubis, sus manos ciñeron mis carnes y sus dedos se concentraron en mis tiesos pezones, pellizcándolos, estirándolos, con mi boca llena de carne, solo podía gesticular por el deleite doloroso recibido.

Mi boca envolvía su verga y mi saliva la enjuagaba en todo su largo, mientras sus sucias y negras manos mallugaban mis suaves y delicados pechos, un hilillo de saliva escurrió de mi boca, por mi barbilla y callo en mi pecho, enseguida empujo mi cabeza hacia atrás liberando su trozo, y la puso mis carnosos senos.

Entendí lo que este macho quería, sumisamente aprisioné su verga entre mis tetas y me meneé suavemente, podía ver por su lujurioso rostro que lo estaba haciendo bien.

Decidida a complacerlo, viendo que el tamaño de verga era el adecuado, acercaba mi boca para besar la cabeza de su vergota, creando un sonido de succión que parecía complacer a este sucio y maloliente trabajador.

Estaba impresionada con su resistencia y su fuerza de voluntad, pero un lado así solamente el disfrutaba y por el otro aún tenía que limpiar el resto del desorden, entonces a riesgo de molestar a este macho, tome la iniciativa.

Me enderece, dándole la espalda puse mis rodillas sobre el asiento del sofá y apoye mi pecho en el respaldo, abriendo mis piernas y arqueando mi espalda, sabiendo que entendería mi invitación, a poseerme.

Acertadamente no me equivoque y el trabajador se posiciono detrás de mí, se acomodó colocando la punta de la verga levemente sobre mi vagina, y como amantes de muchos años simultáneamente arquee mi espalda empujando mi trasero hacia atrás, mientras el embestía su cadera, penetrándome en un solo impulso hasta dar con mi fondo, de mi garganta brotó un gemido de placer.

E inició la erótica y sensual sacudida, nuestras curvas se hallaron, nuestras formas entallaron, en medida perfecta, fustigaba mi culo hacia atrás exactamente en el instante que este macho arremetía, forjando un disonante aplauso, que glorificaba la cogida que me estaba dando este semental.

Un orgasmo devastador comenzaba a recorrer mi cuerpo, cada celular se cargaba de esa electrizante energía con cada embestida que me daba este macho, hasta que mi sistema se sobre cargo y perdí por un instante eterno la conciencia, en el desvanecimiento de mi post-orgasmo, sentí sus ásperas y sucias manos posarse sobre mis delicadas nalgas, apoyándose en mis nalgas arremetía con mayor vigor.

Sus arremetidas llevaban un compás vigoroso, e incrementaba su velocidad, creando con en mi interior otro tipo de orgasmo, un orgasmo explosivo, un orgasmo que por experiencia sabía que entre más lo retuviera más delicioso seria, resistí, resistí los embates, resistí su vigor, resistí su dureza, resistí y resistí… Y entonces explote… en un grito que seguramente se escuchó en todo el vecindario.

Apenas podía recuperarme de mis últimos orgasmos, y este hombre aún tenía energía para seguir, sentí como deslizaba su hedionda verga de mi interior, ¿ahora qué?, ahora la punta de vergota ¡rosaba mi anito!!!, si era un macho que tomaba todo, quería mi ano, mi culo, que asco, esa parte de cuerpo no era para eso, era para…, pero era inútil resistirme, sumisamente tomé cada una de mis nalgas con mis manos y las abrí.

Yo: “Ven mi trabajador, rómpeme el culo, por favor”. – extasiada

Empujo con fuerza, pero enésima vez me demostró su delicadeza y control, paso a paso su verga me partía mi culito.

Para cuando me di cuenta estaba empalada por completo por su verga, mi culito estaba lleno de carne, de carne de macho, de su carne, respiraba con dificultad soportando estoicamente la penetración anal, cuando sentí su retracción, mis entrañas llenas de su verga, enviaron sensaciones deliciosas a mi cerebro, induciendo mis gemidos, y cuando sentí que mi culito sería liberado, embistió llenándome completamente de nuevo, con más vigor.

Mis labios temblaban de gozo, mi respiración agitada disfrutando de la sensación de estar totalmente llena, volvió a embestirme hasta que sus huevos chocaron con mi vagina, arrancándome un leve quejido, y de nuevo volvió a retirarse y de nuevo a embestirme, esta vez mas rápido y más viadoramente, este hombre me llevaba al cielo y de regreso, penetrándome por ahí, por esa parte de mi tan inmuta, tan innatural, ¡Dios!!!, solo las putas podrían gozar esto, eso es, es era la respuesta.

Yo: Dime que soy tu puta, papito. -suplicante

Jorge: Claro que sí, Doña Norma, es usted la puta más puta de este vecindario, una putota que le encanta la verga por todas partes.

Yo: Si mi trabajador cogelon, si, me encanta tu verga, la estoy disfrutando como nunca. – excitada

Siguió penetrándome con vigor, con fuerza, con dominio, llevando al placer una y otra vez, pero ya era demasiado, tenía que hacer necesitaba que terminara.

Yo: ya vente papito, ya por favor, quiero que me bañes con tu leche. - gritando casi sin aliento

Entonces me desensarto tu deliciosa y carnosa vara, de mi salidita usada como entrada, retiro mis tacones, exquisitamente de mis pies, como una pluma en viento me giro frente a él, me sentó en la ya de por si manchada tapicería de mi (hasta ese día) pulcro sillón, esperando atenta sus las instrucciones de este sucio y confiado hombre, subió mis pequeños pies hasta su empapada de mis flujos, sucia de mis secreciones y maloliente verga.

Jorge: Señora: si quiere mi leche, va a tener que sacármela con sus pies, porque me encantan.

Mis pequeños pies, los cuales mi marido personalmente se encargada de su pedicura, tendrían que dar desahoga a esa asquerosa, pero imponente verga, que remedio me quedaba, apreté con mis pies tu trozo de carne, y juiciosamente los moví, de arriba a abajo, masturbándolo lo mejor posible, encontrando mi ritmo, aumente la velocidad cada vez más.

Lo miraba fijamente, con la expectativa que tanta leche expulsaría, ya había suficiente suciedad en mi sala y en mi persona, que tanto más me haría limpiar este bronceado trabajador.

Después de varios movimientos, acariciando con mis piecitos tu trancota, note como se convulsionaba su cuerpo entero, palpitaba su polla, y su mirada se perdía en la eternidad.

Apresurare el movimiento de mis piecitos, y entonces sucedió al fin, un geiser de semen broto, acompañados de un primitivo gruñido de macho en celo.

Sorprendentemente su lefa, su semen, sus mecos, se derramaron por mis piecitos, mis muslos, mi vientre y ¡mis senos!!!, salpicaduras llegaron a mi mentón, que potencia de hombre, no deje de acariciar su verga con mis pies quería vaciarlo, tendría que limpiar, y también lo limpiaría sus bolas, dejándolas vacías, mi dedo junto prudentemente, toda la leche depositada en mi cuerpo, para después llevarla a mi boca, y saborear esa delicia gelatinosa.

Bajé mis piecitos, limpiando y ingiriendo hasta la última gota, no podía dejar más rastros en mi higienizada persona, mientras vi como el ocasionador de este lubrico desastre buscaba su ropas regadas por toda la sala, tomo una prenda del suelo y me la ofreció, era lo que quedaba de mi cachetero, justo lo que necesitaba para seguir con mi labor higienizadora, los tome los introduje dentro mi engrasada vagina, y me frote a conciencia, al sacarla, era un vertedero de fluidos, por lo cual aún lavada, estaba arruinado para mi uso, me acerque a macho causante de esta asquerosidad, su verga aun tenia vigor y ganas de joder, pero por lo pronto no sería yo quien la desahogará ese vigor, no al menos en este momento, bien le daría algo en compensación, colgué lo que había sido una linda prenda íntima en ese semirrígido palo.

Yo: Llévatelas, para que te acuerdes de mí, y cuando gustes vienes para cambiártela por otra más reciente. - susurrándole al oído.

Se dejó la pueril prenda como una medalla de honor mientras se vestía, cuando termino se acercó me dio tierno beso en la mejilla

Jorge: hospitalidad excelente, 5 estrellas

Y salió de casa, dejándome encaserada, en menos de una hora tenia limpiar sala, bañarme, y preparar la cena para mi exigente y amado maridito.

Agradezco sus comentarios, recomendaciones y sugerencias para la siguiente categoría en la cual publicar.

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